martes, 25 de agosto de 2020
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miércoles, 19 de agosto de 2020
¿Y si impactara un asteroide?
martes, 18 de agosto de 2020
Geoda del Pilar de Jaravía (Pulpí)
¡¡¡ Alucinante !!! Es la Geoda del Pilar de Jaravía en Pulpí. Se trata de la segunda Geoda más grande del mundo documentada hasta la fecha, tras la de Naica en México, y las más grande de Europa. Es la única en el mundo que puede ser visitada sin equipamiento especial.
Tanto sus dimensiones como la transparencia y perfección de los cristales de yeso que tapizan su interior, que alcanzan hasta 2 metros de longitud, la convierten en un fenómeno a escala mundial.
Ocupa un volumen hueco de
10,7 m³ (8 m de largo, por 1,8 m de ancho, por 1,7 m de alto) y está situada a 60 m de profundidad en la Mina Rica , antigua mina de hierro, plomo y plata de Pilar de Jaravía, en la Sierra del Aguilón, en el término municipal de Pulpí, y a 3 km de la línea de costa. Tiene forma de embudo, con la parte más estrecha en forma de L. Sus cristales de yeso tienen una transparencia muy alta ya que si se pone la mano detrás de uno de ellos puede verse a su través.No hay una datación precisa de los cristales de yeso de la Geoda, pero se estima que los cristales se originaron en un rango de edad situado entre los 2 millones de años y los 60 000 años.
lunes, 17 de agosto de 2020
La muerte del Sol
domingo, 16 de agosto de 2020
domingo, 19 de julio de 2020
Misión DART de la NASA en 2022
La NASA lanzará en 2022 una nave contra el asteroide Dimorphos, para desviarlo.
El asteroide no supone ningún riesgo para la Tierra, pero el objetivo de la misión, además de investigarlo, es comprobar que es posible desviar asteroides que puedan ser peligrosos.
Imagen de archivo del lanzamiento de una sonda de la NASA. Foto: EFE.
La NASA lanzará en 2022 una nave que impactará contra el asteroide Dimorphos, con el objetivo de desviarlo. Dimorphos no supone ningún riesgo para la Tierra, pero la misión, llamada DART, quiere comprobar si es posible desviar asteroides que, por la posibilidad de que impacten contra nuestro planeta, puedan ser peligrosos.
En concreto, Dimorphos es el asteroide más pequeño de Didymos, un sistema binario de
asteroides cercanos a la Tierra. Su cuerpo principal tiene unos 780 metros de ancho, en tanto que Dimorphos, su luna menor, apenas alcanza los 160 metros de diámetro; aproximadamente, el tamaño de la Gran Pirámide de Egipto.En 2022, Dimorphos será el objetivo de la misión Prueba de Redireccionamiento de Doble Asteroide, DART, de la NASA, que, por primera vez demostrará a escala completa una tecnología de desvío de asteroides para defensa planetaria.
Dos años más tarde, en 2024, se lanzará la misión Hera, de la Agencia Espacial Europea (ESA), con el fin de estudiar Dimorphos de cerca, además de Didymos, tras el impacto de DART.
Primer cuerpo celeste alterado intencionadamente por la intervención humana
"Dimorphos significa 'dos formas' en griego", explica Kleomenis Tsiganis, científico planetario de la Universidad Aristóteles de Tesalónica (Grecia) y miembro de los equipos de DART y Hera. Él fue quien propuso el nombre del asteroide que va a intentar desviar la NASA.
Según detalla Tsiganis, este nombre fue elegido pensando en que, en el futuro, será el primer cuerpo celeste cuya forma física se habrá visto alterada intencionadamente por la intervención humana, tras el impacto de DART.
"Así, nosotros lo conoceremos con dos formas distintas: la que verá DART antes del impacto, y la que estudiará Hera unos años después", expone.
Se espera que el impacto de DART sobre Dimorphos desvíe su órbita alrededor de Didymos, y cree un cráter que la nave Hera investigará cuando llegue, varios años después.
El impacto propiamente dicho será registrado mediante un dispositivo que DART desplegará varios días antes de alcanzar el asteroide, mientras que los efectos a largo plazo se estudiarán con ayuda de telescopios espaciales y terrestres.
La misión Hera también desplegará dispositivos que realizarán investigaciones detalladas adicionales, como explica el científico de la misión Michael Kueppers: "La nave Juventas será la primera de la historia en usar radar de baja frecuencia para hacer un barrido del interior de un asteroide. Comprender esta estructura interior es un paso fundamental para interpretar correctamente el impacto de DART en Dimorphos".
Didymos fue detectado por primera vez en 1996. Al principio, se creyó que era un único objeto, y que no cumplía los criterios para recibir un nombre oficial, pues los observadores han de trazar una órbita uniforme y confirmar que el objeto no se perderá en el espacio antes de solicitar formalmente una designación.
Más tarde, en 2003, mientras Petr Pravec, astrónomo planetario del observatorio Ondrejov (República Checa), seguía el brillo del asteroide sin nombre, detectó un patrón que indicaba la posibilidad de que un satélite orbitara el objeto principal.
(Noticia emitida por eitb.eus)
viernes, 19 de junio de 2020
Albert Einstein
lunes, 15 de junio de 2020
jueves, 11 de junio de 2020
Marie Curie
"Nada en la vida es para ser temido, es sólo para ser comprendido. Ahora es el momento de entender más, de modo que podamos temer menos".
sábado, 6 de junio de 2020
El asteroide 2002 NN4 que hoy pasará cerca de la Tierra
La NASA ha dado todos los detalles del asteroide que pasará cerca de la Tierra en la madrugada de este sábado.
Imagen de un asteroide difundida por la NASA |
"No hay peligro de que el asteroide golpee a la Tierra", comenta la NASA en su nota.
"No hay peligro de que el asteroide golpee a la Tierra", comenta la NASA en su nota.
martes, 2 de junio de 2020
¿Y dentro de 250 millones de años?... PANGEA PRÓXIMA
Dentro de 250 millones de años, se podrá caminar desde lo que hoy es Alaska hasta Australia, pasando por África y la Antártida, sin tener que mojarse los pies. Todos los continentes que hoy conocemos se habrán fusionado en una única gigantesca masa de tierra, Pangea Proxima, rodeada de un
océano que ocupará el resto del globo. Es lo que especula el geólogo Christopher Scotese, de la Universidad del Noroeste en Evanston (Estados Unidos), que lleva desde la década de los ochenta desarrollando y refinando el proyecto Paleomap , un atlas de la historia de los continentes terrestres y de lo que les depara en un futuro hipotético.Aunque de forma inapreciable para la percepción humana, los continentes no dejan de moverse. La litosfera, la capa más externa de la Tierra, que forma los continentes y el fondo oceánico, está resquebrajada y descansa sobre un manto de magma fluido. Los fragmentos de litosfera, llamados placas tectónicas, se desplazan sobre el manto a una velocidad que oscila desde los pocos milímetros hasta varios centímetros por año. “La solemos comparar con la velocidad a la que crecen las uñas”, ilustra Daniel García-Castellanos, geofísico del Institut de Ciències de la Terra Jaume Almera (ICTJA-CSIC). “Es un movimiento muy lento para nosotros, pero a escalas geológicas produce un efecto muy grande. En un millón de años, un continente se puede mover kilómetros”, añade en entrevista telefónica.
Los continentes se mueven a una velocidad equivalente a la del crecimiento de nuestras uñas
Los modelos actuales sobre la Tierra indican que hay tres procesos que impulsan el movimiento de las placas tectónicas. Según Christopher Scotese, el principal es el llamado subducción. Cuando dos placas tectónicas colisionan, los bordes se solapan. El borde que queda encima se eleva y se compacta, lo que provoca que se formen islas en el océano, como el archipiélago de Japón, o altas cordilleras, como los Andes en Sudamérica. El borde inferior, por el contrario, se introduce en el manto debajo de la litosfera y se hunde, ya que es más denso que el magma. Al hundirse, tira del resto de la placa, lo que retroalimenta el proceso.
En las regiones opuestas a los bordes de las placas en colisión, en cambio, se produce el fenómeno opuesto: “donde las placas se separan, para sustituir el espacio que dejan, ascienden materiales del manto terrestre, que tienen menor densidad y empujan las placas tectónicas”, explica Daniel García-Castellanos.
Por último, el manto experimenta un fenómeno llamado convección. La temperatura de la zona más interna del manto es más alta, lo que hace que los materiales sean menos densos y los empuja a ascender. Al llegar a las zonas externas, se enfrían, su densidad aumenta, y vuelven a descender. “Es lo mismo que ocurre cuando el agua hierve en una olla”, aclara García-Castellanos. “Todavía está en discusión cuál de los tres mecanismos es el más importante”, señala, en contraste con Scotese.
Un puzle del tamaño de la Tierra
El primero en proponer que los continentes no habían estado siempre donde están ahora fue Alfred Wegener, un geofísico y explorador alemán que advirtió que las masas de tierra actuales encajan como un puzle. El ejemplo más evidente son Sudamérica y África. Wegener también observó fósiles de animales y plantas terrestres similares en costas separadas por el océano Atlántico. Ya que esos organismos no podrían haber cruzado el Atlántico, Wegener razonó que los continentes debieron estar conectados en el pasado. El geofísico publicó sus resultados en 1911, pero la comunidad científica lo ignoró, convencida de que los continentes eran inamovibles.
No fue hasta los cincuenta cuando las pruebas se hicieron irrefutables. “El campo magnético de la Tierra queda grabado en las rocas que se van formando a lo largo de la historia del planeta”, explica Daniel García-Castellanos. El magnetismo hace que las nuevas rocas que se forman se depositen en una orientación determinada según su posición en la Tierra. Al comparar las orientaciones magnéticas de las rocas en distintas regiones se pueden reconstruir sus posiciones en el pasado. El paleomagnetismo, como se conoce esta disciplina, demostró que Wegener había estado en lo cierto. Hace entre 335 y 175 millones de años existió un supercontinente que aglutinó todas las masas de tierra actuales: Pangea. Desde entonces, las medidas de paleomagnetismo han probado además que antes de Pangea hubo como mínimo otros cinco supercontinentes, a lo largo de la historia de la Tierra.
En la actualidad los geólogos también son capaces de medir directamente la velocidad de los continentes desde el espacio empleando sistemas de GPS de alta precisión, con antenas situadas en terrenos muy estables, señala García-Castellanos.
La Tierra del futuro
A partir de las velocidades a las que se mueven las placas tectónicas actualmente, de su historia y de la comprensión sobre los procesos que las impulsan, Christopher Scotese ha elaborado una serie de mapas que ilustran cómo será la Tierra en los próximos millones de años. “Aunque [estos mapas] son especulaciones informadas, no son ciencia. Nunca podemos saber realmente lo que nos depara el futuro”, puntualiza no obstante el investigador en el atlas en el que recopila los mapas.
“La posición futura de las placas tectónicas no entra en el ámbito científico, porque una de las premisas de cualquier trabajo científico es que se pueda probar. Y evidentemente no vamos a poder contrastar cómo va a ser la posición de las placas dentro de 250 millones de años”, coincide Daniel García-Castellanos. Las predicciones se vuelven más inexactas a medida que se alejan del presente. “Sin embargo, el trabajo de Scotese es muy riguroso y tiene un gran valor divulgativo”, matiza.
Según el pronóstico de Christopher Scotese, uno de los primeros eventos que tendrán lugar, antes de 25 millones de años, es que África colisionará con Eurasia y se cerrará el Estrecho de Gibraltar. Empujada por el continente africano, la Península Ibérica rotará en la dirección de las agujas del reloj hasta que el norte choque con la costa francesa, dentro de 50 millones de años. Para entonces, el Mediterráneo habrá desaparecido por completo. “Al encontrarse en una región con un clima muy seco, cuando se cierre el Estrecho de Gibraltar, el Mediterráneo se evaporará en muy poco tiempo”, añade García-Castellanos, quien junto a su equipo demostró eso mismo ocurrió ya una vez, hace seis millones de años.
Mientras tanto, también desaparecerá el Mar Rojo –en su lugar, la presión de África sobre Oriente Medio generará una cordillera– y Australia chocará con China.
Dentro de 100 millones de años, la Antártida se romperá en dos. El fragmento más grande se desplazará hacia el norte y empezará a cerrar el Océano Índico. Esta parte de la Antártida terminará en una región tropical, mientras el otro fragmento se acerca hacia Sudamérica.
En 125 millones de años, el Atlántico alcanzará su punto de mayor extensión. A partir de entonces, América, África y Eurasia comenzarán a aproximarse de nuevo. Lo que hoy es Brasil chocará con el sur de África dentro de 225 millones de años. Norteamérica también colisionará con África Occidental, lo que convertirá el Océano Atlántico en un mar cerrado.
En 250 millones de años, se habrá formado el próximo supercontinente, al que Scotese ha apodado Pangea Próxima. Del Atlántico no quedará más que un mero vestigio y el Océano Índico se habrá convertido en un mar también confinado entre continentes, altamente salado y tóxico para su entorno, según Scotese. Pangea Proxima estará rodeada por un único y enorme océano, Propanthalassa. Lo que hoy son el Sahara y la Península Ibérica estarán muy cerca del Polo Norte. No obstante, la Tierra no tendrá casquetes de hielo en los polos, ya que la temperatura media del planeta será 13 grados centígrados superior a la actual.
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